La realidad de los países subdesarrollados constituye el ejemplo vivo del abismo que media entre los declamados buenos propósitos y la realidad. Se afirma que la gigantesca estructura del FMI alberga una organización dedicada a la usura internacional, en detrimento de las economías menores y en severos perjuicios de los países que al ser "socorridos", caen en la trampa de sus "benévolos y generosos" empréstitos, suscritos con la complicidad de los gobiernos corruptos y sus funcionarios, gerentes locales que colaboran en forma activa y eficaz con el FMI en la consumación de una política expoliadora.
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